Por Walter Brandimarte y Herbert Lash
Analistas de la agencia Reuters
NUEVA YORK.- La ofensiva de Argentina para frenar la millonaria fuga de capitales del país deja entrever un modelo que está bajo presión pese a las envidiables tasas de crecimiento. Una década marcada por altos precios internacionales de las materias primas, por una explosiva alza de la demanda en su vecino Brasil y por un elevado gasto público han ayudado a la Argentina a convertirse en una de las economías latinoamericanas de mayor crecimiento. Sin embargo, parte del estímulo fiscal se apoya en polémicos impuestos a las exportaciones agrícolas, lo que lo hace vulnerable a una caída en los precios. A esto se suma que no parece haber un Plan B, coinciden distintos economistas.
Los problemas no son nuevos, pero se han vuelto más preocupantes conforme la presidenta Cristina Fernández, reelegida con el 54% de los votos, corre los límites del modelo económico. La inflación es uno de los principales dolores de cabeza. Según cifras oficiales ronda el 9% anual, pero los datos privados hablan de una escalada en torno al 20%. Esto quita competitividad a la moneda local e inquieta a los inversores.
Estos inversores, que aún no olvidan la histórica cesación de pagos de 2002, ven con recelo los intentos de Fernández por culpar a los especuladores por la presión sobre el peso. En el encuentro del G-20, la mandataria denunció un "tipo de anarco-capitalismo en el cual nadie controla nada" . Los economistas estiman que los inversores han retirado U$S 10.000 millones del país en los últimos tres meses, ante el temor de que el Gobierno permita una mayor depreciación del peso. El mes pasado, el Banco Central gastó U$S 1.880 millones de sus reservas para mantener al peso en torno a las 4,20 unidades por dólar. Según evolucionen los precios, Argentina tendrá que encontrar una vía para apuntalar su superávit comercial, reducir el gasto o encontrar otras fuentes de financiamiento. El país podría tener que necesitar regresar a los mercados internacionales de capital, a los que no accede desde el default de 2002.
Los problemas no son nuevos, pero se han vuelto más preocupantes conforme la presidenta Cristina Fernández, reelegida con el 54% de los votos, corre los límites del modelo económico. La inflación es uno de los principales dolores de cabeza. Según cifras oficiales ronda el 9% anual, pero los datos privados hablan de una escalada en torno al 20%. Esto quita competitividad a la moneda local e inquieta a los inversores.
Estos inversores, que aún no olvidan la histórica cesación de pagos de 2002, ven con recelo los intentos de Fernández por culpar a los especuladores por la presión sobre el peso. En el encuentro del G-20, la mandataria denunció un "tipo de anarco-capitalismo en el cual nadie controla nada" . Los economistas estiman que los inversores han retirado U$S 10.000 millones del país en los últimos tres meses, ante el temor de que el Gobierno permita una mayor depreciación del peso. El mes pasado, el Banco Central gastó U$S 1.880 millones de sus reservas para mantener al peso en torno a las 4,20 unidades por dólar. Según evolucionen los precios, Argentina tendrá que encontrar una vía para apuntalar su superávit comercial, reducir el gasto o encontrar otras fuentes de financiamiento. El país podría tener que necesitar regresar a los mercados internacionales de capital, a los que no accede desde el default de 2002.